Daniela es la mejor en su profesión. Su dedicación y perfeccionismo hacen que sus clientes la recomienden ampliamente. Pero cuando se equivoca en algo, se ofende a sí misma de la peor manera, su vida sentimental tiene altibajos y sus finanzas no prosperan. Tardó mucho en decidirse a tomar terapia y eso fue de lo primero que me dijo cuando la conocí.
Su dedicación la hizo leer todos los libros posibles sobre desarrollo humano y tenía claro que su peor enemigo era ella misma. Sin embargo, no sabía cómo solucionarlo y eso le frustraba. “Quizá estás intentando sanar con la cabeza algo que es del corazón”, le dije.
En la primera sesión, cuando le expliqué mi método de trabajo y lo que veríamos durante la terapia, mostró gran entusiasmo cuando le comenté que realizaríamos una técnica sobre Niño interior.
En psicoterapia, la técnica de Niño interior es un reencuentro entre el adulto y aquel pequeño que sufrió y fue incomprendido.
Hacer las paces con esa figura es el principio de nuestra sanación. Daniela lo había intentado todo, menos mirar hacia atrás y regresar por esa pequeña niña que fue y se sentía abandonada.
¿Te ha pasado que, cuando te enojas, te regañas a ti misma como tus padres lo hacían contigo? Ahí está justamente el problema: la niña que hay dentro de ti ya no necesita ser castigada ni reprendida. Ahora necesita de todo tu amor y comprensión.
Reconciliarse y caminar de la mano
En psicología, ‘Niño interior’ es un término que ha ido desarrollándose con el tiempo. El primero en sentar las bases al respecto fue el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung (discípulo de Sigmund Freud), a quien le siguieron autores como Emmet Fox, Arthur Janov y Louis Hay. El concepto ha sido ampliamente difundido y desarrollado por especialistas, como el estadounidense John Bradshaw.
Si bien existen diversos caminos para aplicar esa técnica en terapia, yo he optado por la meditación guiada, una herramienta que utiliza palabras e imágenes para, en este caso, lograr un solo objetivo: que la persona adulta mire a esa personita que fue y puedan amarse de nuevo.
Muchos de los pensamientos que te transmitieron durante la infancia siguen viviendo dentro de ti… y podrían estarte limitando.
En el caso de Daniela, era tan dedicada y perfeccionista justamente porque era lo único que le había fomentado su madre. Según me contó, nunca le dijeron que era bonita ni la hicieron sentir amada o aprobada. Sin duda, era algo que su Niña interior necesitaba escuchar y Daniela sólo se había dedicado a regañarla y reprenderla tal como su madre lo hizo con ella.
¿Cómo hablar con el niño interior?
También suelo explicar a los pacientes que existen ideas que nos transmitieron en la infancia y merecen seguir con nosotros (como abrigarnos al salir o fijarnos al cruzar la calle), mientras que otras sólo son útiles cuando somos pequeños y debemos abandonarlas cuando crecemos. La escritora Louis Hay lo resume como nadie:
‘No confíes en los extraños’ puede ser un buen consejo para un niño, pero si un adulto continúa con esa creencia, sólo encontrará aislamiento y soledad.
Entonces, ya durante la meditación, pido a los pacientes imaginarse a sí mismos dentro de una casa y recorrerla. Después, los invito a visualizar una habitación que, a diferencia de las demás, se encuentra oscura y olvidada.
Al entrar, verán que ahí se encuentra en el rincón una pequeña criatura y, al mirarla más de cerca, se dan cuenta de que es su yo de 5 años de edad, quien ha permanecido todo este tiempo al igual que esa habitación: oscura y olvidada.
Las primeras lágrimas de compasión comienzan a surgir y ahí me doy cuenta de que los pacientes han conectado con ese niño herido. Es entonces cuando les pido que le digan a esa personita, en voz alta y desde el fondo de tu corazón, las palabras:
Perdóname por haberte abandonado todo este tiempo. Ahora yo cuidaré de ti.
Entre otras cosas, también les pido que les hagan preguntas como “¿Qué te gustaría que hiciera por ti?” o “¿A qué le tienes miedo?”. Las respuestas que estos niños tienen para sus adultos suelen ser sorprendentes. Las apunto en mis notas y, una vez que termina la meditación, las analizamos.
Eso es justo lo que te invito a que hagas ahora. Cierra tus ojos y poco a poco imagina que te encuentras con tu yo de 5 años. Visualiza a esa niña en un rincón: pequeñita, frágil, incomprendida… ¿Te atreverías a regañarla?
Haz como Daniela, quien tomó el camino contrario y desde entonces aprendió a ser más flexible y paciente consigo misma. Ve hacia donde está tu niña y mírala, discúlpate con ella, limpia sus lágrimas y, desde el fondo de tu corazón, abrázala con toda tu alma.
Prométele estar para ella, defenderla y escucharla todo el tiempo. Sácala de ese rincón, cómprale algo que siempre quiso, diviértanse y, a partir de ahora, caminen juntas de la mano.
Abraham Monterrosas Vigueras es periodista, trabajador social y psicólogo clínico, especialista en terapia breve.