Hace poco encontré en el buzón de correo de mi casa un folleto que, además de llamar mi atención por su antiguo formato de papel, prometía “encontrar la felicidad y dejar de sufrir” (cito textual). En ese enunciado se daban por sentadas varias cosas, pensé:
- Que la felicidad era algo escondido en una ubicación que, afortunadamente, los autores del folleto parecían conocer muy bien (y todo el resto de los mortales, no).
- Que había que encontrarla, porque si no ¿para qué vivir?
- Que para ser feliz no había que sufrir nunca más.
Desde entonces, empecé a prestar más atención al concepto de felicidad y noté que los consejos sobre “cómo ser feliz” están en todas partes, todo el tiempo. La autoayuda, la práctica del mindfulness, el “vivir el día”, conocerse a sí mismo, alcanzar la “paz interior”, son moneda corriente en las búsquedas de Google (la búsqueda de “cómo ser feliz” arroja unos 75 millones de resultados), en librerías (en Amazon hay más de 40 mil títulos relacionados al tema), en redes sociales y en conversaciones cotidianas.
Además hay apps, servicios de coaching, retiros espirituales y más: todo con el fin de ser feliz.
Y todo eso está muy bien, pero: ¿existe realmente una felicidad que “hay que encontrar”? Y una vez que se la encuentra, ¿uno comienza a sentirse bien de forma inmediata y permanente? Y aún más importante, ¿hay una sola forma de felicidad o es a interpretación de cada uno?
Un ideal inalcanzable… y muy frustrante
Algunos expertos creen que esta preocupación por encontrar la felicidad podría estar, paradójicamente, haciéndonos más infelices. En palabras del psiquiatra Viktor Frankl: “Es precisamente la persecución de la felicidad lo que frustra la felicidad”.
Incluso, otros como el psicólogo Hugh Mackay afirman que la filosofía de “ser feliz” o “encontrar la felicidad”, haría que la gente le tema a la tristeza. Que frases como “tú eres el único obstáculo para tu felicidad”, llevan a recriminarte cosas y hacerte sentir mucho peor.
Estudios como el publicado en la revista Emotion tienen más para decir sobre el tema: al parecer, la creencia de que está mal mostrar emociones negativas haría que la gente se sienta peor cada vez que está triste o enojado.
La creencia de que está mal mostrar emociones negativas haría que la gente se sienta peor cada vez que está triste o enojado.
Además, “evitar constantemente la tristeza y angustia deja débiles nuestros músculos resilientes, ya que no podemos ejercitarlos”, explica la psicóloga Laura Fisher a la SACAP (The South African College of Applied Psychology). En otras palabras: si algún día tuviéramos un problema o pérdida grave, no sabríamos bien cómo sobrellevarlo (por falta de práctica).
Cuanto más tenemos, más queremos
Y aún si consiguiéramos todo aquello que creemos indispensable para ser felices, probablemente no logremos serlo, dice Karolyne Williams, directora de coaching de la SACAP. Es que, los seres humanos nos adaptamos bien al cambio, sea bueno o malo. Por ende si, por ejemplo, comenzáramos a ganar más dinero, nuestras expectativas financieras aumentarían proporcionalmente al poco tiempo. Lo mismo vale para otras áreas de la vida.
Por eso, quizás debamos dejar de creer que hay ciertas condiciones que debemos reunir para empezar a ser felices, y tengamos que aprender a disfrutar de la vida desde ahora, con todo lo que ella implica.