Palabras tóxicas vs palabras poderosas

“El lenguaje es el vestido de los pensamientos”, dijo alguna vez el gran Samuel Johnson. Y es que, a decir de este poeta inglés, las palabras dicen más de lo que parece. Pueden hundirnos o impulsarnos, según sea el caso.

La diferencia entre una conversación inspiradora y una conversación improductiva puede estar justamente en la forma en que usamos las palabras. Como psicoterapeuta, lo veo todo el tiempo en mis pacientes, cuando utilizan hasta el cansancio palabras que hacen todo, menos sacarlos de donde están.

Lo mejor de todo es que el lenguaje está a nuestro servicio. De ahí la necesidad de eliminar de nuestro vocabulario palabras tóxicas y reemplazarlas por palabras poderosas. Aquí algunos ejemplos y casos relacionados con los pacientes que he tenido la oportunidad de atender:

“Quizá” vs “Sí”

La palabra “quizá” deja todo en el aire, sin concretar nada. Por ello, hay que dejar en claro las cosas que sí haremos. “La palabra ‘quizá’ se usa cuando tenemos demasiado miedo para decir que no”, señala Julian Hayes II, fundador de The Art of Fitness & Life.

Tuve una paciente que quería dejar su empleo como asistente en un despacho contable y abrir una cafetería. Pero su idea limitante siempre era la misma: Quizá cuando tenga más dinero”, “Quizá cuando ya mis hijos se independicen”. Hasta que nos dedicamos a concretar la idea fue que ella cambió el “quizá” por el “sí”. Tiempo después, y con un gran gusto, acudí a la inauguración de su cafetería.

Futuro vs Presente

“Voy a poner un negocio”, “Terminaré mi relación amorosa”, “Todo va a estar bien”… Estos pensamientos son bien intencionados, pero ponen a tus objetivos en lo inalcanzable: el futuro. Y ahí se quedarán, como una meta eterna que siempre estará lejos de nosotros.

Lo importante es transformar el pensamiento al momento presente.

“Voy a tener el mejor empleo”, me decía un paciente quien solía ser despedido de sus trabajos porque lo acusaban de robo. En sesión, me contó que su padre estaba en la cárcel por cometer fraudes. Esa era justo la lealtad inconsciente que mi paciente tenía hacia su padre, de ahí que atrajera empleos que terminarían en una acusación así.

Cuando destinamos una sesión a sanar lo relacionado con el trabajo, le pedí que hablara de su empleo soñado en tiempo presente: “Tengo el mejor empleo”, y le pedí que fuera específico: qué horario, qué ubicación, qué cargo, qué sueldo, qué empresa, qué relación con sus jefes y compañeros… Después de un tiempo, me contactó para compartirme que ‘el empleo soñado’ por fin había llegado.

“Lo que no quiero” vs “Lo que sí quiero”

Después de su divorcio, a una de mis pacientes le encantaba pararse el cuello diciendo: “Pues a lo mejor no sé qué quiero ahora, pero sí estoy segura de lo que no quiero”. Y yo siempre le contestaba: “Eso es igual de extraño que ir a la tienda y pedir lo que no quieres”. Al final, hay que pensar en lo que sí queremos.

El cerebro trabaja con imágenes. Por ejemplo, le dicen a la persona ‘no corras’ y de inmediato se visualiza corriendo; pero no visualiza el monosílabo no. Los expertos en Programación Neurolingüística (PNL) han comprobado que el ‘no’ no lo lee el cerebro”. Así lo explica Yanis Ontiveros, docente en educación inicial.

Es decir, el cerebro no entiende la palabra ‘No’. Por eso, cuando aquella paciente me decía “Quiero un esposo que no sea celoso y que no sea tacaño”, le hacía ver que las palabras que captaba su cerebro eran justamente “esposo”, “celoso” y “tacaño”, que eran exactamente las palabras que describían a su pareja anterior.

Me queda claro lo que NO quieres… pero entonces ¿qué es lo que SÍ quieres?

“Debería” vs “podría”

“Debería” siempre será una obligación no realizada. “Debería encontrar una pareja y casarme”, “Debería tener un mejor empleo”, “Debería ser más tolerante”… y el no cumplirlo acarrea culpa.

En su libro ‘Tú puedes sanar tu vida’, la oradora estadounidense Louis Hay dice algo que suelo compartir a mis pacientes: “’Debería’ es una de las palabras más nocivas del lenguaje. Cada vez que utilizamos ‘Debería’ estamos, en efecto, diciendo ‘equivocado’. O estamos equivocados, o estuvimos equivocados, o vamos a equivocarnos. Necesitamos tener más libertad de opción. La reemplazaría con la palabra ‘Podría’. ‘Podría nos da una opción y así nunca nos equivocamos”.

Para este último ejemplo te podría contar otro caso de algún paciente. Pero ¿qué te parece si lo aplicamos contigo? Toma una hoja y escribe en la parte de arriba “Yo debería…” y complétalo con las oraciones que te vengan a la mente. Léelas en voz alta y después transfórmalas por “Yo podría…”. Vuelve a leerlas. ¿Mejor? Ahora intenta decirlo frente a un espejo. Con un sencillo ejercicio puedes cambiar tu percepción, así como si comienzas a utilizar el lenguaje a tu favor. Recuerda siempre:

Las palabras son tus amigas y están de tu lado.

 

Abraham Monterrosas Vigueras es periodista, trabajador social y psicólogo clínico, especialista en terapia breve.

Siguiente

Anterior