Cómo reírte de ti misma ¡y hacer que tu día cambie!

Este es el post del “anti estilo”. No vamos a hablar de técnicas de maquillaje glam, del mejor look para verte y sentirte fabulosa, ni de cómo rizar tu cabello en un dos por tres. Vamos a hablar de cómo puedes hacer que tu día cambie con un solo e infalible remedio: reírte de ti misma a carcajadas. ¿Te cuento?

Nunca voy a olvidarme de aquel viernes de julio de 2014, al final de un día intenso. Importante cliente nuevo, de importante cadena de TV nacional, con proyecto empezando, muchas expectativas, y todo lo que ello implica: desveladas, imprevistos, órdenes y contraórdenes, estrés y sobre-exigencia para dar esa brillante primera impresión que marca la diferencia.

Por aquel entonces, yo trabajaba desde mi home office, con un equipo editorial en diferentes países de Latinoamérica. Así, en medio de una incipiente era virtual, teníamos un training con el cliente y dos de nuestros Managing Editors de México. La reunión era vía WebEx, una conferencia telefónica con el cliente compartiendo la pantalla de su computadora, donde nos iba mostrando lo que explicaba.

Resultó que por cuestiones de dirección de IP, la gente de México no pudo unirse a WebEx, y tuvimos que hacer un cambio inesperado y optar por Skype. “¡Sin cámara!”, pensé horrorizada, repasando el estado caótico de mi pelo, de mi piel sin una gota de maquillaje, demacrada por los madrugones y las noches trabajando, ¡y ni hablar de mi ropa, la mismo con la que me había levantado de la cama!

Pero por esas cosas de la vida, lo primero que apareció en la pantalla, ¡fue mi cliente en video! Y no me quedó otra que encender la cámara. “Bueno”, me dije, “es un tipo joven, relajado, tengo cierto grado de confianza (remarco, CIERTO GRADO), y siempre puede entender que es viernes y una puede tener esta cara”. Me excusé por el aspecto intentando sonar divertida: día largo, no esperaba una video conferencia, Casual Friday… Primer papelón.

Tampoco me acordé que, pegado detrás de mi silla, había un cartel enorme con corazón de color que decía “Te Amo”, elocuente regalito de mi esposo. Y por supuesto, este fue el background “super profesional” que el cliente vio, y que se encargó de mencionar entre risitas. Segundo papelón.

La reunión comenzó y me tocó a mí compartir la pantalla. “Qué bueno”, pensé. “Al menos la cámara muestra mi computadora y no a mí”.

En el medio de la reunión, llaman a la puerta y me disculpé para ir a atender, muy tranquila pensando que la cámara no me enfocaba. ¡Error!

Mi look de short de algodón azul, camiseta gastada color fucsia, suéter de pólar de 10 años atrás, quedó plasmado en la pantalla de mi cliente y la de mi equipo, tanto de atrás (cuando me iba), como de adelante (cuando regresaba). Situación que noté cuando me senté nuevamente y todo el mundo estaba muerto de la risa. Tercer papelón. ¡Por no decir catástrofe!

A esa altura de mi día, y después del estrés non-stop de tantas horas de trabajo, no me quedó otra que reírme a carcajadas también, agradeciendo la posibilidad de liberar las tensiones de una semana agotadora. Así mismo: con mi nuevo cliente y mi equipo del otro lado de la pantalla riendo, y mi trasero a la vista de todo el mundo…

La recompensa llegó al final de la reunión, cuando el cliente nos felicitó por el excelente trabajo, lo cual para estos estresados profesionales de la palabra escrita, fue el premio al esfuerzo, al dejar el alma en lo que hacemos, y al amor que le ponemos a cada tarea.

Obviamente, ya habrán notado por qué este es el post del “anti estilo”. Pero sin duda, es aquel que refleja mejor que nunca la esencia de un día loco, en el que aprendí que reírse de una misma es la mejor medicina para el estrés, el agotamiento y la frustración. ¡Ahora sí, fin de semana, aquí estoy!

 

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