A poco de graduarnos de la escuela de periodismo, con una compañera comenzamos a soñar y planear un viaje de ensueño por Europa. El proyecto era sencillo; no así las expectativas: 3 meses en Barcelona para trabajar “de lo que sea” y, con el dinero ganado, dedicarnos igual cantidad de meses a recorrer cuánta ciudad nos generara “buenas vibras”. Pero sucedió lo inesperado. De la noche a la mañana, ella decidió que mejor, esperaría un tiempo, para hacer un viaje similar, pero con su reciente amor.
Sí, esos mismos pensamientos que puedes estar imaginándote ahora, son los que tuve yo a mis 22 años, con el shock de la noticia. Sin embargo, estaba decidida a no dejar ir el sueño y me aventuré sola rumbo a una ciudad desconocida, sin contactos y con tan solo mi doble ciudadanía italiana como única garantía de que tal vez, conseguiría un empleo legal. ¡Fue lo mejor que podría haberme pasado!
España, Italia, Francia, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda… Con cada nuevo pasaje en tren, día a día me iba convirtiendo en una mejor versión de mi misma.
Lo llamativo, es que fui descubriendo que aquella “locura”, como habían catalogado algunos mi aventura, no era exclusividad mía. En cada hostel al que iba, me encontraba con más y más mujeres de todas las edades y nacionalidades, embarcadas en su propia versión de la travesía.
Viajar sola es lo de hoy
Cuando de estereotipos se trata, la creencia popular parece indicar que los hombres son más atrevidos y aventureros que las mujeres. Los estudios, no obstante, demostrarían que esto no sería más que eso, una creencia.
Según un relevamiento de Booking.com, por ejemplo, un 72% de las mujeres estadounidenses viajarían solas y, de hecho, muchas lo harían a destinos únicos, en busca de inspiración y autodescubrimiento. Algunas incluso, llegarían a hacer un promedio de tres viajes solas al año.
Donde la vida lleve
Armar las maletas y partir con una misma como única compañía es una experiencia destinada al éxito. Sí, incluso si trae ansiedades, preguntas e incertidumbre, no cabe duda que, al volver, ya no seremos las que éramos. Algo habrá sin dudas, cambiado en nosotras, aunque más no sea porque ahora, nos conoceremos un poquito mejor.
“Hay un tipo de soledad que solo puede experimentarse al viajar sola. Es de a ratos, porque viajar sola también inspira a conocer a nuevas personas, iniciar pláticas con extraños y hacer amigos nuevos. Pero esos viajes en tren, esas comidas que compartes contigo misma en algún lugar que no conocías, son momentos en los que aprendes a apreciar el silencio y te empiezas a entender un poco mejor” ”, compartió nuestra SavvyGal Aline. “Es como si el ruido de la vida cotidiana desapareciera para dejar algunas cosas más claras. Y es lindo movernos a nuestro propio ritmo”.
Pero, claro está, no es sin desafíos, como me aseguró Barbi, otra querida SavvyGal: “En mi experiencia, viajar sola fue también, irme a vivir sola varias veces a otros países. Allí, uno no se lleva consigo nada que lo ‘identifique’ frente a los demás. A lo sumo el equipaje. Ante esas nuevas personas que iba conociendo, tuve que construir mi identidad de cero. Fue un gran desafío y un enorme placer, porque entendí muchas cosas que daba por sentadas de mi personalidad y de mi entorno. Me encontré con mi esencia más pura y personal, mi yo, a pesar de todas las etiquetas y mochilas. Es muy enriquecedor”.
Como ves, viajar sola es una experiencia maravillosa, de disfrute y autoconocimiento, que ninguna debería dejar de aprovechar. Y tú, ¿ya has viajado sola? ¿Qué aprendiste de ello? ¡Te leo!
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