Lo reconozco, soy bastante llorona. Me emociono, lloro. Estoy contenta, lagrimeo. Tengo un problema inmenso y sí, lloro también. Es que realmente, y contrario a lo que muchos a mi alrededor suelen pensar, no es que sea demasiado frágil para este mundo. Sencillamente, para mí, unas buenas lágrimas, resultan catárticas: me sacan el peso “extra” de adentro y me permiten avanzar. Después de todo, ¿qué problema puede haber? ¿Acaso no dicen que la vida no es siempre color de rosa?
“Fuerte”, por demás
Y sin embargo, a lo largo de mi vida, oí una y mil veces el: “No llores, tienes que ser fuerte”. Bueno, resulta que alguna vez (o demasiadas, tal vez), traté de seguir el mandato y no me permití a mí misma, expresar todo aquello que llevaba adentro. Ya te anticipo que la estrategia, resultó desastrosa. No solo me sentía mal casi todo el tiempo, sino que, a la larga, terminé “estallando” de la peor manera.
En vez de llorar un ratito, lloré a mares y larguísimo. Pero contrario a lo que le sucede a Alicia, en vez de poder entrar con mis lágrimas al Mundo de las Maravillas, me sumergí más y más en la tristeza. De hecho, ni siquiera comencé a llorar por algo gravísimo que ameritara tanto drama, sino por una pequeña pavadita que fue la gota que rebalsó el vaso. Claro que, como una cosa suele llevar a la otra, el llanto por la tontera acabó siendo un problemón por todo. Por la vida misma, para ponerlo de algún modo.
Fue entonces que aprendí, que tapar las emociones negativas (o de cualquier tipo, en realidad) no es para nada bueno. “La procesión va por dentro”, como suele decirse. Además, si todo quedara en lágrimas, tal vez no sería tan grave. Pero el cuerpo habla. Todo aquello que nos guardamos, sale de algún modo, quizás enfermando, en una crisis de angustia o de cualquier otra manera que nuestro organismo encuentre para liberarse.
Que las emociones no te controlen
La gran pregunta, entonces: ¿qué hacer? ¿Cómo gestionamos de manera positiva nuestras emociones, sobre todo, las negativas? Algunas propuestas interesantes que fui encontrando incluyen:
- Profundiza tu autoconocimiento. Es importante saber cómo responde el propio cuerpo y la mente a factores como el estrés, la ansiedad o el miedo. Esto permite entender nuestros sentimientos y por qué los tenemos. Además, vuelve más sencillo el motivar cambios necesarios en nuestra vida.
- Invierte en tus relaciones. Sentirnos conectadas con las personas importantes de nuestra vida es esencial. Así que ya sabes, hazte tiempo para ese cafecito con amigas, visitar a un familiar querido o pasar más tiempo de calidad con tus hijos.
- Suma experiencias positivas. Es una utopía que pueden desterrarse las emociones negativas. Pero contar con mayor cantidad de memorias felices, seguramente inclinará la balanza hacia donde verdaderamente deseamos estar.
- Aplica el mindfulness a tu vida diaria. ¿Cómo? Básicamente, estando presente y evitando juzgar lo que vas experimentando.
- Mímate. Así como es importante cuidar los vínculos, lo es también hacerlo con nosotras mismas. Regálate un me time en una cafetería, spa, shopping o donde más disfrutes estar.
¿Qué piensas? ¿Cómo regulas tú, tus emociones?
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