Es el Día de la Mujer y la ocasión perfecta para pensar en el camino andado, y celebrarte a ti misma.
Como cada 8 de marzo, entre bombones, flores y saludos, con motivo del Día Internacional de la Mujer, cientos de mujeres se preparan para seguir dando la lucha con la que esperan, llegue un día la igualdad entre los géneros. Pero aunque soy una gran defensora de los derechos femeninos, en esta ocasión, me gustaría pensarlo como un día para que cada una se celebre a sí misma, por las batallas ganadas.
La idea me surgió hace algunas semanas, cuando de casualidad oí el final de una conversación en la que mi mamá, aseguraba a mi hija: “Tienes que estar orgullosa de tener una mamá leona”. Me dejó pensando.
Ya sea que hayas enfrentado pequeños desafíos cotidianos o enormes tsunamis para reencontrarte contigo misma, te invito a mirar hacia atrás y reconocer cuánto has crecido. Sonríe, porque seguro, ya no eres la misma.
Siempre digo que a mí, la vida de adulta, me llegó a los golpes. Tenía 23 años cuando me enamoré del hombre equivocado. Era mi primer amor, pero lejos estaría de ser la película romántica que yo había esperado. Al contrario de lo que Disney me había enseñado, me enamoré del caballero y me desperté con la bestia.
Al principio, no vi los indicios, aunque estaban ahí a la vista de todos: los maltratos emocionales, el desgaste a mi autoestima, la culpa por cosas que yo no había causado. Y aunque a los pocos meses sufría más de lo que disfrutaba, las excusas para no irme, surgían de la manera más irracional.
Para cuando finalmente empecé a ver las cosas con claridad, habían pasado más de dos años, estaba embarazada de mellizos y la violencia no hizo más que crecer y crecer.
Debo confesar, que si hoy estoy escribiendo estas líneas, es gracias a mi hija, que por entonces tenía unas pocas semanas, pero que me sacudió el aletargamiento. Mientras me encontraba acorralada contra una pared, su llanto a la distancia me despertó el instinto de supervivencia y, más por ella que por mí, me animé a salir. No fue fácil. Hubo policía y restricciones, miedo e incertidumbre.
Pero dicen que el tiempo, todo lo cura. Y las semanas se volvieron meses y los meses, años. Hoy, 7 años después de lo que creo fue mi decisión más valiente, la vida me encuentra en un lugar mejor: tengo un lindo departamento con mi hija, un trabajo que amo, una pareja que me cuida incondicionalmente y, al mirarme en el espejo, puedo verme realmente a mí misma, con algunos defectos pero sobre todo, muchísimas virtudes.
Y a veces no es fácil. Pero, como dice mi mamá, soy un poco “leona” y nunca me doy por vencida. Me levanto híper temprano, trabajo mucho para sostener a mi familia con mi único ingreso y ando de acá para allá, para poder darle a mi hija una buena formación.
Pero sobre todo, lo hago con la certeza de estar enseñándole a amarse a sí misma y a no dejarse vencer por la adversidad, segura de que, si lo puede soñar, lo puede alcanzar.
De acuerdo, seguro estás pensando que no te ha sucedido nada tan grave o, por el contrario, tu lucha fue aún mucho mayor. Pero ya sea que hayas enfrentado pequeños desafíos cotidianos o enormes tsunamis para reencontrarte contigo misma, te invito a mirar hacia atrás y reconocer cuánto has crecido. Sonríe, porque seguro, ya no eres la misma. Celébrate, mujer, hoy es tu día.